mayo 06, 2005

Los mejores regalos.

Como todos, a los 6-7 años ya había aprendido a leer, después del clásico m + a = ma y el poderosísimo mi mamá me mima (¡grande María Rosa!) y ahí quedo la cosa. ¡Ya sé leer! era el más grande logro a esa edad, al menos para mí. Pero ahí murió la cosa, sí, ya sé leer ¿y?

Fuimos a visitar a mi abuela y mis padres salieron a comprar y me dejaron ahí, solo, con la televisión y mi abuela. Como mi abuela cocinaba todavía por esa época y no había nadie más ni nada más que hacer me puse a ver TV, pero cuando terminaron Meteoro, Nave Espacial y Capitán Raymar me aburría como loco sin nada que hacer.

Mis padres llegaron y mi madre me dijo que me había traído algo, pero que tenia que prometer que lo iba a cuidar. Como cualquier niño dije que sí, porque no podía quedarme sin saber que era. Entonces mi madre me da dos objetos de forma prismática rectangular, envueltos cada uno en una bolsa plástica transparente. “Toma Martín, para que leas” me dice mi madre. Veo los títulos: “Las Aventuras de Tom Sawyer” y “Oliver Twist”. Rasgué el envoltorio de Tom Sawyer y ojeé el libro. “¡No tiene dibujitos!” le reclamé a mi madre, molesto. Mi madre se sonrió. “No, no tiene” fue su escueta respuesta. “Pero léelo hijo, no todo tiene que tener dibujitos”. Tan aburrido como estaba me senté de mala gana en el sofá de mi abuela y empecé a leer. Al rato estaba enganchado, no podía dejar de leer, quería saber que más haría Tom, en que otro lío se metería con Huck y si Becky dejaría de mirarlo como una peste.

Como disfruté ese libro, cada una de sus hojas. Aunque no pude cumplir la promesa que hice de cuidarlo, lo leí y releí tantas veces que terminé ajando el libro, con hojas que se salían y las esquinas dobladas. Lo mismo le pasó a Oliver Twist. A mi madre no le molestó, sin embargo. Mas bien, me compró otros clásicos que también devoré con prontitud: La Isla del Tesoro, Quo Vadis, El Conde de Montecristo, Corazón. ¿Seria tan extraño ver en ese entonces a un chico de 7-8 años leyendo en lugar de estar jugando como loco (que también lo hacia)?

Recibí dos maravillosos regalos a esa edad. María Rosa me regaló el don de la lectura (porque valgan verdades, era su trabajo pero lo hizo con tanto cariño que fue un regalo de su parte) y mi madre me regaló el placer de la lectura, el descubrir lo interesante de leer.

“La pasión de Bastián Baltasar Bux eran los libros.

Quien no haya pasada nunca tardes enteras delante de un libro, con las orejas ardiéndole y el pelo caído por la cara, leyendo y leyendo, olvidado del mundo y sin darse cuenta que tenia hambre o se estaba quedando helado...

Quien nunca haya leído en secreto a la luz de una linterna, bajo la manta, porque Papá o Mamá o alguna otra persona solicita le ha apagado la luz con el argumento bien intencionado de que tiene que dormir, porque mañana hay que levantarse tempranito...

Quien nunca haya llorado abierta o disimuladamente lágrimas amargas, porque una historia maravillosa acababa y había que decir adiós a personajes con los que había corrido tantas aventuras, a los que quería y admiraba, por los que había temido y rezado y sin cuya compañía la vida le parecía vacía y sin sentido...

Quien no conozca todo eso por experiencia propia,[...]”


“La Historia Sin Fin”, de donde he tomado este fragmento continua con: “no podrá comprender probablemente lo que Bastián hizo entonces.” Yo lo he querido cambiar por: no sabe lo que se pierde.

He escrito esto mientras veo a mi sobrino de 4 años leer el solo, sentado en el sofá con su papá. E imagino que la mirada que tiene es la misma que yo tenia entonces. La misma que tengo cuando abro un libro.

Sobrino, te quiero dedicar este otro pasaje de “La Historia Sin Fin”, sé que la lectura y el placer que ella provoca te acompañaran toda la vida:

“Me gustaría saber” se dijo Bastíán, “qué pasa realmente en un libro cuando está cerrado. Naturalmente, dentro hay sólo letras impresas sobre el papel, pero sin embargo... Algo debe de pasar, porque cuando lo abro aparece de pronto una historia entera. Dentro hay personas que no conozco todavía, y todas las aventuras, hazañas y peleas posibles... y a veces se producen tormentas en el mar o se llega a países o ciudades exóticas. Todo eso está en el libro de algún modo. Para vivirlo hay que leerlo, eso está claro. Pero está dentro ya antes. Me gustaría saber de qué modo.”

Y de pronto sintió que el momento era casi solemne.

se sentó derecho, cogió el libro, lo abrió por la primera página y

comenzó a leer.

5 comentarios:

Gastón dijo...

La maravilla de la lectura es que permiten leer osas como las que has escrito. Un regalo.

Gastón dijo...

Ah, y María Rosa fue lo mejor que nos pudo pasar durante doce bimestres educativos.

Tortuga Maldita dijo...

Otro pequeño lector entre nosotros!esta tortuga tambien empezo de chiquita, primero me leia mi mamá y luego yo y ahora minimo me leo un libro por mes. (No tengo para más)bu. Por eso me calificaban de nerd. Preferia quedarme imaginando o ver lo que pasaba en la historia. Un libro que me ha hecho llorar? Romeo y Julieta. Ya pues, cursi. Y?

Rocío dijo...

Los libros son simplemente geniales.El libro de mi niñez fue "Mi planta de naranja lima" palabras sencillas para describir tantos sentimientos. Me encantó.

Lady Bathsheba dijo...

es maravilloso cuando ves a un niño leyendo!a mi se cayo la baba a chorros cuando Seb de la nada comenzo a leer "Pu-ra Vi-da" a la hora del desayuno.Lo abrace tanto que el se mató de la risa y de la verguenza creo..pero es que las horas con el FArolito -libro con el q yo aprendi a leer y que aun conservo como reliquia personal- y ademas haciendolo leer silaba por silaba los titulares de los diarios habian dado su fruto...gracias sumerios,acadios y a toda esa people x inventar la escritura!