junio 16, 2005

Así estamos. Ahí estamos.

Ufa. Prometí no escribir pastruladas depresivas en mi blog, porque ya hay suficiente con los que existen allá afuera. Y voy a tratar de cumplir mi promesa y mantener el nivel que este mi blog se supone que tiene, cualquiera que este sea. Pero maldición, que día de miércoles ha sido hoy, porque me ha dejado exhausto mentalmente, con unas ganas de abandonar todo y mandarme mudar a otro sitio.

Empecemos porque en estos días estoy fungiendo de chofer de mi viejo hasta que le arreglen su carro. Hasta aquí todo bacán, porque mi viejo no tiene roches cuando YO soy el que manejo. Pero caraxo, ¿qué no habrá día en que uno pueda manejar tranquilo, sin tener que recordarle a su mamacita a cada individuo que intenta meterse al carril donde está uno, sin tener que gastar pastillas de frenos porque un susodicho “peatón” intenta ganarme al cruzar la calle y se abalanza sobre la pista faltando pocos metros para que yo llegue a donde esta él/ella? La mera física me dice que el peatón a 1 m/seg. no le va a ganar a mi carro a 16.67 m/seg. en un tramo de pocos metros. Gracias a Dios o a quien sea por la fricción, las buenas llantas, y unos frenos recién afinados.

Regresando a la oficina me encuentro con que han llamado como locos para reclamar cotizaciones y facturas que ya había enviado. Al revisar el asunto, me encuentro con que el servidor de correo había desactivado la cuenta y por eso no había entregado los correo que había enviado la noche anterior. Llamar para que me expliquen porque está desactivada la cuenta. Esperar la contestación por la bendita burocracia. Aceptar sus disculpas, porque se habían equivocado de cuenta y habían desactivado la que no era. Bueno. Suele pasar me dije. Abro la cuenta de correo y del 32% de capacidad que tenía. Me encuentro que el buzón no solo esta lleno, pero no al 100% sino al 175%. ¿Cómo? Por qué estúpida razón estaba lleno de spam, pornografía “gratis” y “Alexis y Johana, te gustaria retosar entre nosotras?” (nótese que retozar está mal escrito). A borrar se ha dicho. Y a enviar de nuevo los correos.

Las benditas facturas. La maldita impresora que decidió no imprimir la última línea donde se menciona el IGV y el total. 15 facturas que anular y volver a hacer. Y por supuesto, ir a recoger las equivocadas y entregar las nuevas.

Después de almorzar voy, me dije. Total, ellos también tienen que almorzar, ¿no?. Al menos el almuerzo fue tranquilo, con la familia y viendo los golazos del fútbol italiano.

Voy a recoger y entregar las facturas. Sin novedad en ese aspecto. Y terminé rapido al menos. Así que decidí darme una vueltita por ahí y darme un respiro. Crazo error. Por supuesto, debí haberme dado cuenta que dada la retahíla de eventos hasta el momento, la cosa no iba a mejorar.

Y me fui a verla. Conversar un rato, llevarle su regalo que le debía y pasar el resto de la tarde de un día de miércoles en Jueves. Y estaba él. Bah. En la puerta de la casa de ella y yo paso con mi carro. No me vio y no me importa la verdad. Pero yo sí la vi. Y estaba feliz, riéndose como loca, y feliz. Y la cosa es que me encanta verla feliz. Incluso con él. Bah.

Escribir esto es lo último que pienso hacer en este día. Y Gastón, tienes razón. Escribir en tu propio blog es una catarsis, al fin y al cabo. En estos momentos me espera una sesión de Tekken, porque si no le pego a algo, aunque sea virtual, voy a reventar.

Chau y gracias por su paciencia.

3 comentarios:

Gastón dijo...

Mal ahì, tìo. Me gustarìa conocer a la Dulcinea en cuestiòn.
Por lo demàs, sigue en pie lo de La Herradura, sòlo avìsale a Vèrtigo y reclutemos lo mejor que hay en cada casa para hacernos a la mar.

Tortuga Maldita dijo...

Ay M!...ya hablaremos.

Tortuga Maldita dijo...

Oye M acuerdate de eso de "leer el día".O sea ver de como va. Te acuerdas?