noviembre 24, 2006

3 meses ya.

Vamos sincerándonos, ¿no? Cuando tomé la decisión de empezar a trabajar, pero en serio, en la empresa de mi padre me sentía muy bien. Era una decisión importante que había dejado pasar por mucho tiempo y haberla tomado me llenaba de cierta satisfacción. Ya estaba trabajando con mi padre, pero era más un apoyo “logístico” que otra cosa. Automaticé lo administrativo de la empresa, mejoré algo el control de las cotizaciones, ordenes de compra y ordenes de trabajo, todo con ayuda de la computadora, un área que, bueno, como la mayoría de personas de su edad, mi padre no domina.

Pero una cosa es que yo reciba una cotización de un proveedor y otra muy distinta que yo decida a cuál comprarle. Una cosa es que yo reciba una orden de compra y otra muy distinta es que yo ordene la realización de dicha orden. Una cosa es que yo hable por teléfono con un ingeniero y otra cosa es que lo reciba en mi oficina y le ofrezca una visión general o específica de algún trabajo que nos esté solicitando o en su defecto que esté en ejecución.

Y la verdad que el primer mes ha sido un continuo ataque de nervios. Y a pesar de contar con la completa confianza del cabezón (mi padre), los nervios seguían ahí, haciendo mella y estaba realmente preocupado.

Felizmente he recibido el apoyo de 4 personas muy importantes dentro de la empresa. Otro de mis miedos era que por más empeño que le pusiera, yo era un extraño dentro de la empresa y temía encontronazos con la gente. ¿Me harían caso? ¿Me pondrían el proverbial “cabe” para hacerme quedar mal con mi viejo? Pero no ha sido así, ha sido completamente diferente a lo que esperaba y estoy muy agradecido.

Lo que se hereda no se hurta. Estas 4 personas me han brindado su confianza y su apoyo desde el primer día, aunque no me había dado cuenta. Son las cuatro personas de confianza de mi viejo, porque trabajan con él muchos años, y ahora me brindan el mismo respeto, trato, apoyo y amistad que tienen con mi padre y la verdad es que me emociona sobremanera.

Pablo, 1er maestro tornero, trabaja desde hace 20 años con mi padre, que le dio la oportunidad de trabajar. Mi padre le enseñó todo lo que sabe y lo animó a seguir estudios en el SENATI. Pablo, además de ser un excelente tornero, es también un soldador de primera.

Omar, 2do maestro tornero, un gordito muy buena gente, tan bueno en el torno como Pablo. Es además el encargado del levante de planos y hacer planos en Autocad para nuestros archivos.

José I. Maestro armador. La planta se ha divido sin darnos cuenta en dos partes. Adelante están los tornos y atrás es donde se realiza el corte, armado y soldado de cualquier trabajo que lo requiera. Y el que está al mando de todo esto es José I., que por ser el más joven de los cuatro es con el que más llegada tengo

José “el loco”. ¿Por qué loco? Porque la verdad nadie sabe de que trabaja dentro del taller. El loco es tanto tornero, como soldador, tanto trabaja en el taladro como armando carros mineros. Es nuestro “hombre orquesta”. Es el que más años tiene trabajando y me conoce desde que tengo 4 años. Y a ese mocoso que le robaba las varillas de soldar o que le escondía el casco, ahora lo apoya y lo aconseja.

Desde que empecé en la empresa me siento diferente. Siento que las cosas han cambiado. Siento que he encontrado… mi segunda casa.