setiembre 17, 2008

31

20 y 11, que viene a ser lo mismo. No, 31 nomás, a secas. No me siento viejo, para nada, pero ya no les aguanto el ritmo a mis primos menores, ni que decir de mi sobrino.

¿Qué como ha sido el año hasta ahora? Digamos que regular. Hay cosas que han cambiado, hay cosas que no quería cambiar, hay cosas que tuve que cambiar, hay cosas que cambiaron fuera de mi control. Sin embargo aquí estamos. Como siempre.

Este año quise celebrarlo a lo grande, pero no pude. Por supuesto, pienso sacarme el clavo lo más pronto posible, pero hasta entonces estoy satisfecho.

Celebré mis 31 con la familia, una cosa tranquila (aunque eso de tranquilo en mi casa es un decir pues cada celebración por más pequeña que sea, siempre acaba en jolgorio) Una comida tranquila, una conversación amena, una batidera entre unos y otros, los vinitos de rigor, y por supuesto la torta, que torta, un tortón. (Puedo decir con orgullo que más de la mitad me la comí yo :p )

Y luego, vuelta al trabajo. El trabajo. Cada día que pasa, lo siento más como mi segunda casa. ¿Es eso normal? No sé, pero así lo siento. Me siento más canchero, más seguro. Me he acomodado al ritmo de la empresa y los muchachos han aprendido a soportarme jajaja. Como alguna vez le dije a mis patas, he llegado a donde quería llegar; muchas vueltas para llegar, eso sí, pero llegué al fin. Y prometo que lo único que me sacara será la vejez o un paro cardiaco, lo que venga primero :p

Y bueno, me veré más viejo, tengo más canas que hace unos meses, las ojeras se me han marcado más, tengo una bonita cicatriz en la frente (no pregunten) pero, ah que bonito, mi espíritu sigue sintiéndose tan joven y vivaz como el primer día.

Y para demostrar que estaré viejo (y con plata jejeje) pero sigo con alma de niño, mis últimas adquisiciones. Ahora sí, ódienme.