marzo 03, 2009

20 años después...

Hace 20 años (18 para se exactos) estaba de vacaciones, y como no tenía nada que hacer, salí a alquilar una película en VHS, cuando todavía existían videotecas, mucho antes que llegará Blockbuster y mucho antes que la piratería las hiciera desaparecer.

Cerca de mi casa había un "pinball", chiquito, caleta, con unas 5-7 maquinas. Me metí para jugar, no recuerdo qué, y vi un montón de muchachos delante de una maquina, vitoreando y gritando de excitación ante ella. Me acerqué y como era más alto que el resto no tuve problemas para ver la pantalla. La escena era selvática, mucho verde, mucho animal por aquí y por allá y nativos que vitoreaban a dos figuras: un gringo vestido de militar y un... monstruo verde de pelo naranja. Y ambos personajes pelean. Puñetes, patadas, saltos imposibles. Era un juego de peleas más. Pero entonces el gringo llevó sus brazos hacia atrás y con un rápido movimiento hacia adelante, de sus mismos brazos salió expedido un anillo de, fuego me pareció aquella vez, contra el monstruo verde que se había hecho proyectado contra el gringo, girando como una bola. El anillo chocó contra el monstruo y este cayó derrotado. La gente gritaba entusiasmada al jugador que controlaba al gringo, mientras el otro se alejaba de la palanca. Otro muchacho se colocó delante de la palanca abandonada, metió su ficha. Apareció un menú para elegir a tu personaje. Eligió a otro gringo, vestido con un karategi rojo. La pelea duro poco, el nuevo gringo con una andanada de patadas y una bola de energía que salía de sus manos, iba ablandando al gringo militar. Y en un acto desesperado el militar saltó para encajarle una patada al gringo karateca y este sacó un gancho que lo elevó del suelo, girando sobre si mismo. El militar caía derrotado mucho antes que el gringo cayera al suelo.

Estaba impresionado. Anonadado por demás. Por alguna razón mire mi reloj y vi que llevaba allí adentro 35 minutos. No me había parecido tanto. Me fui volando a alquilar mi película y regresar a mi casa, no había dicho que me demoraría tanto.

Al día siguiente, aprovechando que debía devolver la película alquilada, entré al pinball de nuevo. No había nadie delante de la maquina. Metí mi ficha, ya había decidido usar al karateca de rojo cuando vi a otro karateca, de blanco, japonés con un nombre cortito: Ryu. Yo sabía que significaba dragón. Lo elegí a él. Heh, la pelea duro poquísimo, traté de reproducir en la palanca los movimientos que estaban en un sticker debajo de la pantalla. Mi contrincante era una mujer, china. Sus largas piernas estaban destrozándome. Pero justo antes de perder la última línea de la barra que indicaba mi vida, un gancho como el que había visto el día anterior golpeó a la china en el mentón. Al parecer no le gustó mucho, pues mil patadas en un segundo cayeron entre mis piernas, tórax y cabeza. Perdí. Pero estaba feliz.

Así empezó mi andar junto a Street Fighter. El que vi aquella vez era la versión II. “Street Fighter II”. Allí aprendí sobre Ryu, Ken, Chun Li, Guile y tantos otros. Aprendí de Hadokens, Shoryukens, Kikoushous, Sonic Booms y tantas cosas más. Y caí embelezado por este pequeño mundo virtual y su historia.

Cuando llegó el SNES, junto con Mario, Contra y demás, también llegó la versión casera de SF. Los fines de semana con los amigos son inolvidables. Las risas, los gritos, la diversión, la piconería. Todos son muy gratos recuerdos de aquellos años libres de obligaciones.

Los años siguieron pasando, nuevas versiones y nuevos personajes siguieron apareciendo y siempre yo ahí, fiel. Hasta que finalmente no se produjo una nueva versión. El boom de los juegos de pelea 2D se había acabado. Era hora de darle paso al 3D. La vieja escuela debía desaparecer.

20 años después (18 para ser exactos) desde aquella vez que lo descubrí, la vieja escuela ha regresado. Y no para demostrar nada, sino para entretener como hace tantos años, a todos los fanáticos y fieles seguidores.

Bienvenido seas, viejo camarada: Street Fighter IV



enero 16, 2009

Un nuevo adiós.

Nacer, vivir, morir; es parte natural de la "Vida". Pero si nacer ya es un trauma y vivir es horrible, más jodido es morir. Y no para el que se muere, si no para los que se quedan.

La verdad, ya no sé como lidiar con estas cosas. Ayer me dejo mi Dana. Estaba viejita sí, pero estaba bien atendida. Creo que lo que más fastidia es cuando el final llega así, inesperado. Un día como cualquier otro, nos saludó a todos como siempre, comió un poco de su comida y salió al patio y se echó a tomar el aire, porque hacía mucho calor. Cruzó sus patitas, apoyó su cabeza y empezó a roncar. Y se quedó dormida. Para no despertar más.

Toda la vida he tenido perros, toda la vida los he amado y cuidado tanto como me fuera posible, y siempre siempre me duele cada vez que tienen que partir. No sé porque sigo haciéndolo, debo tener algo de masoquista.

Meh. No puedo escribir más.

diciembre 29, 2008

Saldo en azul

Este año no hubo bulla. Ya todo estaba hecho, todo estaba entregado, todo estaba guardado, solo quedaba irnos a nuestras casas.

Las últimas semanas fueron estresantes pero terminamos con todo lo pendiente. Por eso este día no había nada por hacer, simplemente ordenar. Los muchachos poniendo orden dentro del taller, limpiando, barriendo, aprovechando para dar una manito de pintura por aquí y por allá.

En la oficina estábamos más interesados en orden papeles y órdenes de compra, rompiendo y desechando lo que ya no servía. Ordenando los libros y catálogos, también limpiando todo, por aquí y por allá.

Y después de almorzar, los muchachos se bañaron y se cambiaron. Mi viejo, mi hermano y yo, sentados en la oficina, conversando del último partido del Manchester United. Los teléfonos callados, solo se escuchaba la rica salsa que escuchan los chicos mientras trabajan.

Salimos de la oficina, los chicos esperan. Mi viejo conversa con ellos. Y arranca la celebración, la rica chela, los ricos bocaditos. Algo informal, algo sencillo. Nos unimos todos, conversamos, nos jodemos, nos embromamos, nos sentimos felices. Hay tristeza porque un chico se va, ha decidido prepararse para entrar al SENATI. Como siempre, mi padre le dice que siempre habrá lugar para él si decide regresar, lo mismo que le dice a cada chico que se va. Algunos regresan, otros no. Pero ahí está la promesa.

5 cajas de cerveza después y no sé cuantos bocaditos, terminamos. Como todos los años, mi viejo les regala un bono a los chicos, algo pequeño, pero que los alegra ya es una pequeña ayuda para su celebración de año nuevo. Ya una semana antes habían recibido la canasta navideña que siempre les damos a todos y cada uno de los chicos. Estamos picados, estamos alegrones y nos vamos.

Cerramos el portón, y cada cual toma su micro, su combi.

Ha sido un buen año. A pesar de la crisis y todo, hemos estado tranquilos. Me alegra estar aquí y hacer todo lo que hago. Y ahora tengo a mi hermano a mi lado, y los dos llevaremos esto adelante.

Es lo menos que puedo hacer, ¿no?

Por lo demás... que puedo decir. Soy un asco para convivir XD

PD: No trabajo hasta el próximo Lunes 5! Hora de ponerse al día en con mi PS3 y los libros que me faltan terminar.

setiembre 17, 2008

31

20 y 11, que viene a ser lo mismo. No, 31 nomás, a secas. No me siento viejo, para nada, pero ya no les aguanto el ritmo a mis primos menores, ni que decir de mi sobrino.

¿Qué como ha sido el año hasta ahora? Digamos que regular. Hay cosas que han cambiado, hay cosas que no quería cambiar, hay cosas que tuve que cambiar, hay cosas que cambiaron fuera de mi control. Sin embargo aquí estamos. Como siempre.

Este año quise celebrarlo a lo grande, pero no pude. Por supuesto, pienso sacarme el clavo lo más pronto posible, pero hasta entonces estoy satisfecho.

Celebré mis 31 con la familia, una cosa tranquila (aunque eso de tranquilo en mi casa es un decir pues cada celebración por más pequeña que sea, siempre acaba en jolgorio) Una comida tranquila, una conversación amena, una batidera entre unos y otros, los vinitos de rigor, y por supuesto la torta, que torta, un tortón. (Puedo decir con orgullo que más de la mitad me la comí yo :p )

Y luego, vuelta al trabajo. El trabajo. Cada día que pasa, lo siento más como mi segunda casa. ¿Es eso normal? No sé, pero así lo siento. Me siento más canchero, más seguro. Me he acomodado al ritmo de la empresa y los muchachos han aprendido a soportarme jajaja. Como alguna vez le dije a mis patas, he llegado a donde quería llegar; muchas vueltas para llegar, eso sí, pero llegué al fin. Y prometo que lo único que me sacara será la vejez o un paro cardiaco, lo que venga primero :p

Y bueno, me veré más viejo, tengo más canas que hace unos meses, las ojeras se me han marcado más, tengo una bonita cicatriz en la frente (no pregunten) pero, ah que bonito, mi espíritu sigue sintiéndose tan joven y vivaz como el primer día.

Y para demostrar que estaré viejo (y con plata jejeje) pero sigo con alma de niño, mis últimas adquisiciones. Ahora sí, ódienme.
















agosto 31, 2008

Neurosis

Dado que tengo el blog abandonado, por motivos laborales y demás, aparte que mi vida de por sí es más aburrida que ver crecer el musgo, acabó de recordar un événement que merece la pena ser relatado, aunque la verdad no sé si será cierto eso de merecer, pero bueno.

Sucedió hace 3 semanas, en un sábado. Antes de empezar el relato, debo decir que me considero una persona centrada, paciente y con buena vibra, muy pocas cosas me alteran o sacan de quicio. La lógica y la razón por delante, que le dicen. Lo ataño al hecho de ser un nerd jejeje.

Como iba diciendo, sucedió un sábado, por la noche. Estaba descansando, leyendo en mi cuarto mientras escuchaba música y se aparece mi hermana, para que la lleve urgente a la casa de un amigo, por una reunión de taller de la universidad. Cansado como estaba y hastiado de estar en la casa sin nada que hacer, accedí a llevarla.

Llegamos sin novedad a la casa del amigo, que vive en Lince. Mi hermana se bajó con todos sus cachivaches y pensaba darme una escapada rápida por el Queirolo, aprovechando la salida, para un señor sánguche de jamón con su respectivo pisco sour y de ahí a la camita.

Salí a Salaverry, manejando despacio con la ventana abierta para sentir el rico aire frío de la noche. Y de repente, un… llamémoslo un hijo de la guayaba, aunque en ese momento los improperios fueron de otro calibre, me mete tal cerrada, con su Volvo, que lo único que pude hacer es pisar el freno a fondo, jalar el freno de mano y rogar a cualquier dios que me estuviera escuchando que no lo chocara. Me quedé ahí plantado mientras el alma me regresaba al cuerpo. Y así como Tula hizo click, mi mente hizo crack. En mi descargo diré que había sido un día muy difícil, por no decir jodido, estresante a más no poder y estaba cansado, muy cansado emocionalmente. Así que con toda la calma del mundo, arranque de nuevo y fui tras el muy infeliz. Lo alcancé en un semáforo y me puse detrás de él. Vi como me miraba por su espejo retrovisor. Seguro esperaba que yo fuera a cometer la misma barrabasada que él, pues apenas cambio a verde salió disparado. Pero solo me contenté con seguirlo al mismo paso que él iba. Si aceleraba, yo aceleraba, si cambiaba de carril, yo también me cambiaba, siempre detrás de él. Después de 2 semáforos más, se dio cuenta de lo que sucedía. En cada semáforo me miraba por su retrovisor y yo solo lo veía fijamente, sin expresión en el rostro. Cuatro semáforos más y su acompañante, una mujer, estaba al borde del ataque de nervios y se notaba que discutía con el hijo de la guayaba. Yo, siempre detrás de él. Ni luces, ni claxon, ni nada. Solo detrás de él y mirándolo fijamente.

En Javier Prado rompió el límite de velocidad tantas veces como pudo, pero no se soltó. Los semáforos están tan mal regulados que es la única vez que he dado gracias por ello. Bajo la velocidad a 30, esperando que lo pase. Sé que aquí se asustó tanto como para rezarle a sus santos favoritos, cuando yo también baje a 30, siempre detrás de él.

Llegamos a Casuarinas. Se metió por una calle y cuando estaba por entrar, se cerró la reja. Se había acabado. Emprendí el regreso. Lo gracioso fue que me perdí porque Casuarinas no conozco, hasta que salí a la avenida y ya.

Me fui a un Bembos. Me atoré de sánguches y gaseosa y me fui a mi casa.

Dormí como no tienen idea.

abril 01, 2008

¿Que te cuesta?

Supongamos un día normal, para cualquiera de nosotros. Más o menos todos hacemos lo mismo en un día cualquiera, y sería algo como esto:

Te despiertas, te bañas, tomas tu desayuno (si tienes tiempo) y sales volando a tu trabajo, algunos en sus carros, otros correrán a tomar su micro, su taxi, su combi. Si tienes que tomar transporte público, le pagas al cobrador y cuando llegas a tu destino te bajas. En la puerta de tu trabajo es muy probable que haya un vigilante o tal vez la recepcionista. Entras volando y empiezas a trabajar.

Tal vez, si tienes carro propio, tengas que echarle gasolina, entonces te vas al grifo, pides la calidad y cantidad de gasolina que deseas, pagas y te vas a tu trabajo.

Tal vez este día tengas que ir al banco, a pagar tus servicios, tu tarjeta, la pensión del colegio y/o universidad de tus hijos, tus tarjetas de crédito o qué sé yo. Siempre hay un policía delante de la puerta del banco que tal vez te abra la puerta y entras y haces tú cola y cuando llegas a la ventanilla el cajero(a) te atiende, haces tus transacciones y te vas, corriendo, posiblemente de regreso a trabajar o a almorzar.

Y a veces te vas a almorzar con los compañeros y en el restaurante al que hayan decidido ir te atenderá un mesero(a), que te atenderá y al final te dará la cuenta. Pagas o pagarán todos juntos y se van.

Tal vez tengas que ir a un supermercado después del trabajo, a comprar lo que tengas que comprar. O tal vez aproveches y te vayas al cine, o al teatro, o algún show o algo parecido, nuevamente no sé. Y habrá alguien que te atienda.

Y al final tu día habrá transcurrido como cualquier otro.

Ahora mira tu día de esta manera:

Te despiertas, te bañas, tomas tu desayuno (si tienes tiempo) y sales volando a tu trabajo, algunos en sus carros, otros correrán a tomar su micro, su taxi, su combi. Si tienes que tomar transporte público, le pagas al cobrador y cuando llegas a tu destino le agradeces a pesar que el cobrador se haya comportado como un neanderthal y te bajas. En la puerta de tu trabajo es muy probable que haya un vigilante o tal vez la recepcionista, los saludas al entrar volando y empiezas a trabajar.

Tal vez, si tienes carro propio, tengas que echarle gasolina, entonces te vas al grifo, pides la calidad y cantidad de gasolina que deseas, pagas, le agradeces al grifero y te vas a tu trabajo.

Tal vez este día tengas que ir al banco, a pagar tus servicios, tu tarjeta, la pensión del colegio y/o universidad de tus hijos, tus tarjetas de crédito o qué sé yo. Siempre hay un policía delante de la puerta del banco que tal vez te abra la puerta, lo saludas y le agradeces la gentileza y entras y haces tú cola y cuando llegas a la ventanilla saludas al cajero(a) que te atiende, haces tus transacciones, le agradeces la atención y te despides y sales corriendo, posiblemente de regreso a trabajar o a almorzar.

Y a veces te vas a almorzar con los compañeros y en el restaurante al que hayan decidido ir te atenderá un mesero(a), que te atenderá y al final te dará la cuenta. Pagas o pagarán todos juntos y se van. Y antes de irte le agradeces al mesero(a), por su atención.

Tal vez tengas que ir a un supermercado después del trabajo, a comprar lo que tengas que comprar. O tal vez aproveches y te vayas al cine, o al teatro, o algún show o algo parecido, nuevamente no sé. Y habrá alguien que te atienda. Y lo saludas y agradeces una vez más la atención que te prestan.

Y al final tu día habrá transcurrido, como cualquier otro. Pero me pregunto, si notaste las pequeñas diferencias.

¿Qué te cuesta, ciudadano común y corriente de esta ciudad, comportarte como un ser civilizado? ¿O no has notado el rostro de alguien que te brinda un servicio o que te atiende, cuando les agradeces? ¿O los de la gente por la que te tomas unos segundos de tu apretadísima agenda para saludar? ¿Has visto como una ligera sonrisa, pequeña en verdad, pero realmente sincera, se dibuja en sus rostros por unos segundos cuando les agradeces su trabajo, y cuando reconoces su existencia?

Lo cortés no quita lo valiente. Cursi, lo sé, pero es verdad. Así que te pregunto nuevamente ¿qué te cuesta?

febrero 25, 2008

De acero, tuercas, resortes y algo más

Son las 11:30 pm. Hace media hora que llegué de la chamba. No, no es explotación, ni nada que se le parezca. Es simplemente que hoy día terminamos con las pruebas de un sistema de seguridad para una jaula de personal. O en otros términos, el sistema que impedirá que el ascensor que irá dentro de un pique minero se haga papilla al desplomarse unos 300 m, con 12 pasajeros adentro. Empezamos a hacer las pruebas como a las 6:00 y sin darme cuenta ya eran 10 para las 11.

Nunca, nunca había sentido tamaña responsabilidad. Porque la verdad, no hay punto de comparación entre lo que hacemos habitualmente y lo que hemos hecho el día de hoy. El solo hecho de saber que 12 personas confían en nuestro trabajo, y que no lo piensan dos veces antes de subirse a la jaula cada vez que esta se detiene en un nivel, es abrumador por decir lo menos. Cuidar cada detalle, regular cada tuerca, cada resorte, cada mecanismo para que todo funcione a la perfección de ocurrir un accidente, es realmente tremendo.

He aprendido tanto hoy, más de lo que he aprendido en todo el tiempo que vengo trabajando. Antes era simplemente hacer cotizar, fabricar, cobrar y sanseacabó. Hoy algo ha cambiado, la responsabilidad de esas vidas en nuestro (MI) trabajo ha sido muy grande, tan grande que todavía no lo asimilo. ¿Cómo ha hecho mi viejo para poder hacer esto por tanto tiempo? Yo no creo que hubiera podido. No solo al menos. Pero con el Viejo al lado, sí se pudo. Y mientras pasaban las horas, verlo a mi viejo tan confiado, tan trome como se dice, fue increíble.

Son las 11:30, mañana regreso a trabajar. Mañana se pinta la jaula, el viernes debemos estar entregándola. Mañana mi viejo me enseñara algo más. Mañana es otro día.