Ya me estoy cansando, ah. Entiendo que estés aburrido y que no encuentres nada mejor que hacer pero suficiente es suficiente ¿no te parece? Eso de despertarme cuando he agarrado un rico sueño no se lo perdono a nadie, ah. Bueno, tal vez a mi madre, que alguna buena razón tendrá para despertarme tan entrada la noche. Pero tú, ¿qué excusa tienes tú, a ver? Y no me salgas con que estas solito y la vaina y que tu perro se fue a pasear por allí, porque hace rato que lo sentí echarse en mi cama antes que tú vinieras a despertarme. ¿ah, qué lo venias a buscar? Ya. Te comprendo. Pero horita ¡LARGO! Que tengo sueño.
Supongo se estarán preguntando de qué diablos estoy hablando. Tal vez alguno de ustedes lo sepan ya, ya que alguna vez se los he comentado. Pero para los que están in albis, o sea, perdidos, les contaré. Pero apaguen las luces y bajen el sonido de su radio, winamp, o lo que estén escuchando, digo, para hacer clima.
Mi familia tiene una extraña relación con los fantasmas. Mi abuela, mi madre, mis tíos y tías, mi hermana y finalmente, yo. Los vemos. Los escuchamos. Y por lo que he hablado con varias personas, al parecer lo hacemos en mayor medida que el resto.
Mi abuela materna me cuenta que cuando mi tío tenia 3 meses de nacido lo dejó dormido en su cuna después de darle de comer. Fue a la cocina y vio pasar de la sala al cuarto de ella, donde dormía mi tío, una persona, alta, con traje antiguo, de 1900, una muchacha joven. Sorprendida de que alguien se hubiera metido a su casa, fue corriendo donde mi tío y no lo encontró en su cunita. Asustada lo buscó y lo encontró durmiendo en su cama, la cama de mi abuela, cubierto por las sabanas, dormidito y tranquilo, incluso sonriendo. Un tiempo después mi abuela se enteró que en la casa en que vivía había fallecido una joven dando a luz, y su hijo había nacido muerto por complicaciones. Y según me contó mi abuela, al parecer esta joven se convenció que mi tío era su hijo, porque hasta ahora lo cuida. Esperen un poco más y les daré pruebas de ello.
Mi primo, cuando era pequeño, no quería dormir, no quería comer, pero sobre todo, no quería entrar en su cuarto. Mas aún, cuando caminaba, lo hacía pegado a la paredes, para no darle la espalda a nadie. Mi tío, el comentado líneas arriba, le preguntaba constantemente que lo asustaba, hasta que mi primo cedió y le contó. Alguien le hablaba, lo fastidiaba, lo agarraba de los hombros, no lo dejaba en paz. Mi tío, que es bastante creyente y cristiano, y cuando joven fue ungido Caballero de Cristo, la unción que se le da a quienes van a ser sacerdotes, aunque por distintas razones que no vienen al caso no logró ordenarse, le dijo que no se preocupara y que se fuera a dormir. Luego de un largo rato mi primo se durmió al fin. Pero su sueño era intranquilo. Mi tío empezó algo que hasta ahora no he comprendido, pero que a todas luces tiene la forma de un exorcismo, pero a lo criollo vamos a decirle. Los detalles son largos para escribirlos aquí, pero como me contaron mi tía y su esposo, los papás, cuando mi tío estaba allí dentro en el cuarto, sintieron que la casa se ponía helada y lo que más los asustó fue escuchar un grito de mujer, una mujer asustada y luego un grito, pero de aliento, con el nombre de mi tío entre las palabras pronunciadas. ¿Resultado? Lo primero que hizo mi primo cuando despertó fue atacar la olla de arroz con pollo y devorar casi la mitad. Luego durmió como un lirón. Y hasta ahora dice que nunca más lo han molestado. Mi tío me contó lo que había pasado allí dentro, en confidencia, cuando le conté mi historia.
Mi madre tiene varias historias con fantasmas. Pero la que más recuerdo es la que pasó hace unos años en mi casa, cuando mi hermana menor tenía 12 años. Mi hermana se había enfermado y en la madrugada, entre la 1 y las 2 de la mañana mi madre se levantó para verla, pues tenía cólicos. Luego de darle su medicina se quedó con ella, esperando que se durmiera. Cuando mi hermana se durmió al fin mi madre se levantó para irse a su cama cuando sintió pasos, apagados, pequeños y se volteó para ver subir por la escalera una manada de niños y niñas. Mi madre los miró extrañada, pensando que si estaba dormida o si era verdad lo que veía. Los niños empezaron a correr y a jugar por todo el piso, entrando y saliendo de los cuartos, saltando encima del sofá y los muebles, corriendo alrededor de mi madre, jugando y riendo, pero sin hacer ruido, sin mover nada, sin despertar a nadie. “¿Qué hacen hijos?” les preguntó mi madre. ¡Les preguntó! Y una niña le respondió “nada, solo jugamos”. “¿No creen que es hora de irse a dormir?” Todos los niños se quedaron quietos. Se sonrieron y se despidieron de mi madre. “Chau señora, gracias” le decían mientras bajaban la escalera. “Chau hijos, cuídense”. Mi madre se acostó y rezó por los niños. Me dijo, cuando me contó al día siguiente lo que había pasado, que a veces hay almas que pasean durante la noche y hay que tratarlas bien, pues necesitan ese cariño que tal vez no recibieron en vida.
Mi historia y la de mi hermana es mas bien aburrida. Lo más resaltante es tal vez que hemos tenido una suerte bárbara con las casas donde hemos vivido. En la primera casa donde vivimos, un joven se suicidó de un balazo. Mi hermana y yo a veces lo veíamos caminar por la sala, alto como era él, con un sombrero de ala ancha, del tipo chalán, tal vez porque el muchacho era trujillano. En nuestra actual casa, un joven sub-oficial de la Marina se ahorcó en la escalera, por una decepción amorosa. Su perro lo acompañó al poco tiempo, porque se murió de la pena. Este joven, que se llamaba Martín, como yo, tenía un carácter juguetón y le encanta jorobar la paciencia. Y se la ha agarrado con su tocayo. Mi hermana y yo lo vemos pasearse por la casa, hora en la sala, hora en el comedor, hora en el patio, acompañado por su perro, un labrador inglés. Pero como dije, se la agarrado conmigo, sobre todo cuando estoy solo en la casa. Si estoy viendo televisión, me la apaga. Dirán que es una falla eléctrica, que he dejado puesto el “timer” del televisor, pero explíquenme entonces por qué no se apagan las luces, porque solo se apaga el televisor y no el DVD o el VHS, o la computadora si estoy bajando algo. Y si no es eso, se dedica a mover las sillas del comedor o las copas de cristal de mi madre en el aparador. Y no puedo dejar de mencionar, por supuesto, la manía de su perro de echarse a dormir encima mío cuando estoy acostado en mi cama, o su manía de él de zarandearme el hombro cuando estoy dormido. Y encima tengo que decirle que deje de hacerlo de buenas maneras, por que si lo mando a la mismísima, peor es.
Pero no tenemos miedo. No nos asustamos. ¿Y tú?
Supongo se estarán preguntando de qué diablos estoy hablando. Tal vez alguno de ustedes lo sepan ya, ya que alguna vez se los he comentado. Pero para los que están in albis, o sea, perdidos, les contaré. Pero apaguen las luces y bajen el sonido de su radio, winamp, o lo que estén escuchando, digo, para hacer clima.
Mi familia tiene una extraña relación con los fantasmas. Mi abuela, mi madre, mis tíos y tías, mi hermana y finalmente, yo. Los vemos. Los escuchamos. Y por lo que he hablado con varias personas, al parecer lo hacemos en mayor medida que el resto.
Mi abuela materna me cuenta que cuando mi tío tenia 3 meses de nacido lo dejó dormido en su cuna después de darle de comer. Fue a la cocina y vio pasar de la sala al cuarto de ella, donde dormía mi tío, una persona, alta, con traje antiguo, de 1900, una muchacha joven. Sorprendida de que alguien se hubiera metido a su casa, fue corriendo donde mi tío y no lo encontró en su cunita. Asustada lo buscó y lo encontró durmiendo en su cama, la cama de mi abuela, cubierto por las sabanas, dormidito y tranquilo, incluso sonriendo. Un tiempo después mi abuela se enteró que en la casa en que vivía había fallecido una joven dando a luz, y su hijo había nacido muerto por complicaciones. Y según me contó mi abuela, al parecer esta joven se convenció que mi tío era su hijo, porque hasta ahora lo cuida. Esperen un poco más y les daré pruebas de ello.
Mi primo, cuando era pequeño, no quería dormir, no quería comer, pero sobre todo, no quería entrar en su cuarto. Mas aún, cuando caminaba, lo hacía pegado a la paredes, para no darle la espalda a nadie. Mi tío, el comentado líneas arriba, le preguntaba constantemente que lo asustaba, hasta que mi primo cedió y le contó. Alguien le hablaba, lo fastidiaba, lo agarraba de los hombros, no lo dejaba en paz. Mi tío, que es bastante creyente y cristiano, y cuando joven fue ungido Caballero de Cristo, la unción que se le da a quienes van a ser sacerdotes, aunque por distintas razones que no vienen al caso no logró ordenarse, le dijo que no se preocupara y que se fuera a dormir. Luego de un largo rato mi primo se durmió al fin. Pero su sueño era intranquilo. Mi tío empezó algo que hasta ahora no he comprendido, pero que a todas luces tiene la forma de un exorcismo, pero a lo criollo vamos a decirle. Los detalles son largos para escribirlos aquí, pero como me contaron mi tía y su esposo, los papás, cuando mi tío estaba allí dentro en el cuarto, sintieron que la casa se ponía helada y lo que más los asustó fue escuchar un grito de mujer, una mujer asustada y luego un grito, pero de aliento, con el nombre de mi tío entre las palabras pronunciadas. ¿Resultado? Lo primero que hizo mi primo cuando despertó fue atacar la olla de arroz con pollo y devorar casi la mitad. Luego durmió como un lirón. Y hasta ahora dice que nunca más lo han molestado. Mi tío me contó lo que había pasado allí dentro, en confidencia, cuando le conté mi historia.
Mi madre tiene varias historias con fantasmas. Pero la que más recuerdo es la que pasó hace unos años en mi casa, cuando mi hermana menor tenía 12 años. Mi hermana se había enfermado y en la madrugada, entre la 1 y las 2 de la mañana mi madre se levantó para verla, pues tenía cólicos. Luego de darle su medicina se quedó con ella, esperando que se durmiera. Cuando mi hermana se durmió al fin mi madre se levantó para irse a su cama cuando sintió pasos, apagados, pequeños y se volteó para ver subir por la escalera una manada de niños y niñas. Mi madre los miró extrañada, pensando que si estaba dormida o si era verdad lo que veía. Los niños empezaron a correr y a jugar por todo el piso, entrando y saliendo de los cuartos, saltando encima del sofá y los muebles, corriendo alrededor de mi madre, jugando y riendo, pero sin hacer ruido, sin mover nada, sin despertar a nadie. “¿Qué hacen hijos?” les preguntó mi madre. ¡Les preguntó! Y una niña le respondió “nada, solo jugamos”. “¿No creen que es hora de irse a dormir?” Todos los niños se quedaron quietos. Se sonrieron y se despidieron de mi madre. “Chau señora, gracias” le decían mientras bajaban la escalera. “Chau hijos, cuídense”. Mi madre se acostó y rezó por los niños. Me dijo, cuando me contó al día siguiente lo que había pasado, que a veces hay almas que pasean durante la noche y hay que tratarlas bien, pues necesitan ese cariño que tal vez no recibieron en vida.
Mi historia y la de mi hermana es mas bien aburrida. Lo más resaltante es tal vez que hemos tenido una suerte bárbara con las casas donde hemos vivido. En la primera casa donde vivimos, un joven se suicidó de un balazo. Mi hermana y yo a veces lo veíamos caminar por la sala, alto como era él, con un sombrero de ala ancha, del tipo chalán, tal vez porque el muchacho era trujillano. En nuestra actual casa, un joven sub-oficial de la Marina se ahorcó en la escalera, por una decepción amorosa. Su perro lo acompañó al poco tiempo, porque se murió de la pena. Este joven, que se llamaba Martín, como yo, tenía un carácter juguetón y le encanta jorobar la paciencia. Y se la ha agarrado con su tocayo. Mi hermana y yo lo vemos pasearse por la casa, hora en la sala, hora en el comedor, hora en el patio, acompañado por su perro, un labrador inglés. Pero como dije, se la agarrado conmigo, sobre todo cuando estoy solo en la casa. Si estoy viendo televisión, me la apaga. Dirán que es una falla eléctrica, que he dejado puesto el “timer” del televisor, pero explíquenme entonces por qué no se apagan las luces, porque solo se apaga el televisor y no el DVD o el VHS, o la computadora si estoy bajando algo. Y si no es eso, se dedica a mover las sillas del comedor o las copas de cristal de mi madre en el aparador. Y no puedo dejar de mencionar, por supuesto, la manía de su perro de echarse a dormir encima mío cuando estoy acostado en mi cama, o su manía de él de zarandearme el hombro cuando estoy dormido. Y encima tengo que decirle que deje de hacerlo de buenas maneras, por que si lo mando a la mismísima, peor es.
Pero no tenemos miedo. No nos asustamos. ¿Y tú?
5 comentarios:
Nada viejo. Ya sabes que tengo mis propios fantasmas, que espantan a domicilio.
Nunca me ha pasado pero a veces me visita una cosa cuando me duermo a eso de las 5 am y estoy en epoca de vigilia. Le digo que se largue y que me deje dormir.
Uyyyyy!!! Historias de Fantasmas... Yo tengo para contar varias, de mi familia, mías, de mi esposo y de otros...
Me encantan las historias de juastasmas...
los fantasmas...los conozco..me asustaban pero como el hombre es animal de costumbres me acostumbre.
A mi tambien me gustan!
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