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febrero 12, 2007

Suele Pasar 2

Tu pata va a tu casa, contento, feliz porque se casa con la chica de su vida. Te entrega la invitación y tu dices que claro, iras sin falta y lo felicitas y lo friegas y todo eso que hacemos los solteros. Todo esto pasa dos semanas antes de la ceremonia.

Pasan las dos semanas, en medio de la chamba, el trajín diario, el stress, lo típico. Tú, normal sigues cada día como el anterior, poniéndole empeño, llegando cansado a casa pero normal.

Llega el día de la boda. Es en la tarde y tú tienes que trabajar en la mañana. Regresas a tu casa, almuerzas, conversas con la familia, descansas un rato y al final te bañas y te acicalas pues no puedes llegar como un cualquiera. Y entonces sales de bañarte, falta media hora para que empiece la ceremonia, tú normal, por suerte la iglesia está cerca de tu casa, en un taxi llegas en 15 minutos y ya estás.

Entonces abres tu closet y… tu veintiúnico terno no está. Pones cara de estúpido, empiezas a buscar como loco pero no lo encuentras. Y luego recuerdas que hace tres meses se lo prestaste a tu primo, que tiene la misma contextura que tu y que el muy miserable no te lo ha devuelto. Y por supuesto el muy SOB está trabajando y no puede salir y aún si pudiera llegaría en hora y media.

Intentas con el terno de hermano, de tu viejo pero es un problema cuando eres el más grande de la familia.

Al final te pones tus jeans, pones cara de resignación y se acabó.

Suele pasar.

febrero 18, 2005

Suele pasar.

Reponiéndome de la pérdida de una computadora de mi casa (falló la fuente y envió el doble de voltaje a TODAS las tarjetas y al disco duro) y después de haber perdido TODA la información que en ella guardaba (por suerte, la información importante está a salvo, pero perdí mp3s y videos y un montón de cochinadas que cualquier internauta colecciona a lo largo de sus viajes por la red), entré en mi oficina y prendí la computadora.

Mientras contestaba el teléfono que en ese momento sonó, algo me extrañó, algo no estaba bien, pero no le hice caso, porque estaba ocupado conversando por teléfono con un proveedor. Cuando me volteo a la computadora la pantalla estaba negra y lo que me había extrañado era no haber escuchado el suave ronroneo de la fuente y del disco duro cuando levantan durante el encendido. Se me erizaron los pelitos de la espalda y un sudor frío empezó a descender por ella.

Mi primera reacción fue mirar el estabilizador de voltaje, pero allí estaba el muy maldito, con su lucecita roja y la aguja marcando 220 V. Sentía como cada hueso del cuello se solidificaba en una sola masa por el stress que se aproximaba. Con los dientes rechinando me dije: “¡la fuente!” y busqué un destornillador. Encuentren un destornillador en una oficina, a ver, los reto a que lo hagan en menos de 10 minutos. Después de encontrarlo y apagar el estabilizador (ya era un día de miércoles y no quería electrocutarme) abrí el case y me mandé de frente a revisar la fuente. Nada. Entera. Aproveche y use el voltímetro que mi padre había dejado por aquí y revise la fuente. Todo andaba bien, la corriente pasaba, el embobinado estaba completo, en otras palabras, la fuente estaba perfecta, salvo, eso sí, un poco sucia. La limpié y la conecté de nuevo. De paso, revise cada placa y normal, no había problemas. A estas alturas, ya tenía la camiseta húmeda y la frente perlada de sudor.

Me senté y observe a la computadora con el codo en la rodilla y la barbilla apoyada en la mano, pensando en qué mierd@ le pasaba, cuando entró mi hermano y me dijo “¡Habla Mr. Increíble!”. Me hizo reír un rato, pero luego volvió mi preocupación. “¿Qué?, ¿No prende?” me preguntó mi hermano. La respuesta obvia fue: no. No dijo nada más y se quito. Pero antes de irse me dijo sonriente “¿Ya revisaste el cable?”

Me le quede mirando mientras se iba y me levante de un salto y revise el cable. Estaba desenchufado del estabilizador. La señora que limpia lo había desenchufado para enchufar la aspiradora y luego se olvido de conectarlo de nuevo. De esto me enteré luego, por supuesto.

Suele pasar.